sábado, 6 de febrero de 2010

SEÑALES - segunda parte



Al llegar, esquivó la máquina de café en la que solían estar «los otros», y se fue directamente al almacén; no quería enfrentarse con todos a la vez hasta saber hasta donde podía llegar el poder de las señales. Como siempre, el jefe del almacén le empezó a gritar a «él», porque «otros» habían dejado la tienda sin recoger. Muy a su pesar, Horacio encajó la bronca sin poder abrir la boca. Tal y como temía, la señal no había sido suficientemente poderosa, y una vez abroncado, se dirigió a la parte de atrás del almacén. Allí trabajaban a ritmo frenético dos chicos nuevos. En ese instante, se dijo a si mismo que quizás había empezado muy fuerte intentando enfrentarse a «los otros», y decidió poner en práctica su plan con aquellos dos pipiolos. Recordaba de nuevo la frase, pero como todavía no se atrevía con sus enemigos de verdad, quería saber si sería capaz de ser «gilipollas» con ellos.

Como había aguantado infinidad de broncas en su vida, no le costó recordar de cabo a rabo una cualquiera de ellas, y transmitírsela a voz en grito a sus victimas. La gente que ya comenzaba a entrar en el almacén, llegó cuando la bronca estaba en pleno apogeo, y sin duda alguna, daba igual que los chavales hubiesen hecho algo mal o no, pues lo que importaba era que por una vez en su vida, Horacio estaba al otro lado de la bronca. Cuando acabó y se dio la vuelta para marcharse, todos los ojos que había allí le seguían sin poder creer lo que estaban viendo. ¿Qué pasaba con el «pringao» oficial de la empresa? ¿A cuento de qué, estaba montando aquel pollo?¿Acaso le habían ascendido?. Por si acaso, todos tomaron buena nota de lo que había pasado.

Podían haber ocurrido dos cosas: una, que se le hubiese ido la pinza de todo, ó dos, que alguien lo hubiese enchufado y le hubiesen dado un puesto superior. Por si acaso, a partir de ese momento, tendrían que cambiar su actitud para con «el ex-pringao»; nunca se sabe a quién podía conocer en la planta de arriba.

El resto del día, transcurrió en incontables conversaciones que se cortaban momentaneamente cuando él llegaba, en miradas que se apartaban a su paso... Sea lo que fuese que estaban hablando de él, no importaba, lo que importaba es que ya no era invisible a los ojos de los demás, como hasta entonces.

Al llegar a casa, esperó nervioso el momento del tele-horóscopo y su signo en particular. Una vez más, aquella voz profunda narraba su futuro, enviando una nueva señal a nuestro amigo, la segunda señal, para ser mas exactos: «Mañana, será un gran día tu vida, pues gente que te ignoraba u odiaba, ahora te respetará y te temerá.».

Al día siguiente, al llegar al trabajo, sus compañeros estaban en la máquina de café. Siempre bajaba la vista al llegar a su altura, pero en esa ocasión tuvo que mirar... por que le habían llamado; y por su nombre. Nada de «anormal», «pringao». Ninguna de las lindezas a las que estaban acostumbrados. Sin duda, el trato que le había infligido a sus «inferiores» y la duda de su ascenso y sobre todo, de su posible «padrino», habían elevado su categoría y ya podía codearse con los gilipollas. Claro, ya está: otra señal. La segunda señal para ser mas exactos tenía razón: «Mañana, será un gran día tu vida, pues gente que te ignoraba u odiaba, ahora te respetará y te temerá.». Efectivamente, se había convertido en «gilipollas-oficial ». Genial. Nunca pensó que llegaría tan lejos. Si lo viese ahora su padre, estaría orgulloso de ver a su hijo.

La monotonía empezó a apoderarse de Horacio, en el exacto momento en que se le acabaron los «inferiores» para abroncar, y se le pasó por la cabeza el empezar a quitar estorbos de su camino.

Con ese turbio pensamiento, regresó a casa. Al llegar, se le ocurrió otra brillante idea: despertar a su madre para que le calentase la cena. Irrumpió a gritos en la habitación de la pobre mujer, la cual no había oído nunca a su hijo berreando, y muy asustada, se levantó inmediatamente a hacer lo que éste reclamaba.

Una vez hubo cenado, se dispuso una vez más a oír su futuro. La voz, que ya no sonaba tan profunda como las dos primeras veces pero sí igual de contundente, proclamó: «mañana será el día perfecto para poner en práctica tus planes», eso es todo lo que quería oír, las señales una vez más se mostraban claramente; la tercera señal, para ser mas exactos.

Amaneció de nuevo con la inquietud de saber lo que pasaría, y se dirigió al trabajo una vez más despreciando el café mañanero, pues ya lo mantenía despierto y alerta el «poder» que le otorgaban las señales.

7 comentarios:

  1. Valeeee!! listo oxe xa podo comentar( foi facil atopar o de 0 comentarios)jejej
    bueno "escritor" tame gustando este relato en concreto esta parte mais que a primeira deixame bastante mais intrigada pa saber o que pasara!!! ala non tardes moito en colgar a terceira que xa sabemos que o finde e peligroso, e baixan moi ben as cerveciñas e despois non tas o que tes que tar que é colgar a 3º parte!!! baci ragazzo!!!

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  2. MIGUELIÑO TAS FEITO UN KRACC.....QUE SEPAS QUE TES AQUI UNHA FAN....PERO ¿QUE PASA CON HACIENDA SOMOS TODOS?...SERA QUE ME SINTO IDENTIFICADA QUE QUERO VER COMA ACABA...¡¡¡¡¡¡¡¡ TI XA SABES QUE HACIENDA MAIS EU SOMOS PRIMOS HERMANOS !!!!!!!!! JAJAJA.ISA (a cuñadisima )

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  3. Isa, tes que abrir a pestaña "enero" para ver o final de "hacienda somos todos", a ver si che gusta. falamos. bicos

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  4. E dijo eu... unha persoa que pola mañá desprecia un café dese xeito non pode acabar ben!

    Asinado: Unha "coffe-adicta" (facilmente recoñecible)

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  5. Papaaaaa, tardei en sentarme diante do ordenador pero aquí estou eh!!!
    Impresionantes calquera dos dous relatos, sigue así que nos tes a todos enjanchadísimos.
    Esperamos máis e... mellor non sei se será posible.
    Un saludo e aquí quedo esperando a terceira parte!!!

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  6. Ei!!!!! Quiero saber más!!!! Estaré pendiente de la tercera parte... que intriga!!!!!!!
    Anonimous!

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