Cuando desperté ya estaba en la UVI, y la sensación que tenía era de paz; no te jode, me habían enchufado no se cuantos tubos, amén de los calmantes que me habían inyectado; como para no estar en paz.
Unos días mas tarde, cuando me habían subido a planta, mi mujer intentó hablar de nuevo conmigo, y como estaba sedado, no fui capaz de decir nada, pero aún así, oía y entendía perfectamente todo lo que me decían. De nuevo se acerco a la cama, pero yo, “amorfinado” perdido, no pude ni gesticular para advertirla de que no me dijese nada. Se puso muy seria y me dijo que últimamente me había notado distante y algo paranoico, y que los numeritos de los dos últimos días no habían hecho más que confirmar que no estaba en mis cabales. Dijo también que sabía lo de mi aventura con la rubia teñida del despacho de enfrente, pero que no había dicho nada por no traumatizar a los niños. Dijo también que esa misma mañana había hablado con un abogado y que me iba a abandonar. Dijo también que si podía demostrar lo de la rubia se iba a quedar con todo: con la casa, con los niños, con los coches, con las acciones...Dijo también, (de hecho no paraba de decir cosas la tía, con lo calladita que era siempre), que se marchaba de vacaciones con los niños y no volverían hasta dentro de un mes, que como era el tiempo que estaría en el hospital, no me cambiarían mucho las cosas, ya que tendría alguien que me atendiese, me hiciese la comida y me lavase; lavarme que: ¿los vendajes?, comer que: ¿la mierdapapilla que me daban por un tubo?. Si encima me va a salir chistosa la tía a estas alturas.
De pronto recordé lo que había pensado aquel día de la vida perfecta que tenía, y como intenté empeorarla un poco para que la mala suerte telenovélica no me afectase, y me di cuenta de que eso si que me había salido cojonudamente, de hecho le había dado la vuelta a mi vida, destrozándola por completo.
Con los ojos velados por las lagrimas que caían por mis mejillas, ya que no podía moverme ni para limpiarlas, vi como se acercaba de nuevo la “bendita” de mi casi ex-mujer según sus palabras. Ya está, era todo para hacerme rabiar y echarme en cara lo de la rubia teñida. Solo quería desahogarse la pobre; en el fondo me lo tenía bien merecido, hasta ahora nunca me había ocupado de ella y de los niños y todo lo había hecho por mi y solo por mi; pero ella, mírala, venía a perdonarme una vez mas. Era una santa. Mi querida (aunque engañada) Manuela. Me juré a mi mismo que a partir de ese momento solo tendría ojos para ella y nunca mas haría algo que le molestase. Que tendría tiempo para hacer los deberes con los niños y que iría a las reuniones del colegio. Incluso estaba dispuesto a que viniese mi suegra a comer con nosotros los domingos.
Por cierto, me dijo de nuevo sacando del bolso el maldito sobre culpable de todas mis penurias: los de hacienda se han equivocado con la última declaración de la renta y te envían esta carta para decirte que te devolverán diecisiete euros con cincuenta céntimos que te ingresaron de menos.
miércoles, 27 de enero de 2010
sábado, 23 de enero de 2010
1ª PARTE - HACIENDA SOMOS TODOS

Siento mucho no haber actualizado desde hace tanto tiempo, pero quedé tan hecho polvo del camino, que no podía ni escribir. Ya recuperado, iré escribiendo mas a menudo.
Aunque estaba mucha mas ágil de-mente cuando pedaleaba, procuraré dedicarle mas tiempo a ésto de los relatos.
He colgado solo la mitad, para darle un poquito de emoción al asunto.
Velaí vai:
HACIENDA SOMOS TODOS
Me había pasado la mañana en un estado de ansiedad inexplicable. Era absurdo, todo iba bien: familia, trabajo, salud...todo perfecto.
La culpa de mi agobiante estado la había tenido el maldito buzón. Había pasado velozmente a su lado y en un solo vistazo, había visto claramente el membrete de la amenazante misiva: AGENCIA TRIBUTARIA.
Mierda, lo sabía, lo sabía. Maldita sea, tenía que haber declarado los beneficios de la venta de la casa de la playa y los había ocultado.
De repente me acordé lo que le ocurre en los telefilmes que emiten al mediodía a los que tienen una vida envidiable: mujer perfecta, trabajo perfecto, hijos guapos y de ojos azules, un buen coche, una buena casa. Pero el día menos pensado y coincidiendo con una fecha señalada: “patapumba”. El “patapumba” de marras lo podríamos describir de varias formas dependiendo de la imaginación y originalidad del director (la mayoría de las veces escasa por desgracia), y tendría como consecuencia un secuestro, una violación, un atropello, una enfermedad, etc., todo ello para ver como pasan de la felicidad a sumirse en la desesperación e impotencia. Superando las penosas etapas impuestas por el director, nos mostrarían el coraje de uno de los familiares, y como se le van cerrando puertas para mayor dificultad, quedándose solos hasta el punto de implorar incluso a dios con la vista fijada en el cielo y los ojos cubiertos de lagrimas. Al final el protagonista supera toda suerte de desgracias, y llega triunfante al final, habiendo reforzado su autoestima y la de los que le rodean.
Ya. Pero esto no era un secuestro, ni una enfermedad. La sensación que tuve al echar aquella furtiva ojeada se parecía más a una violación o a un atropello.
Con todo esto, quiero decir que yo no estaba dispuesto a que me ocurriese lo mismo que a las familias de las “pelis”, y comencé a darle vueltas a la cabeza para encontrar una solución a mi estado de ansiedad.
Me vinieron a la mente varias soluciones: provocar mi propio atropello, (pero despacito, eh?); la separación de mi mujer, pero breve y con roce igualmente; un simulacro de muerte de algún familiar, pero enviándolo de vacaciones pagadas. Eran muchas las ideas que barajaba, pero pocas realmente buenas, ya que no eran desgracias de verdad. Necesitaba algo que me sacase de ese estado de bonanza para que la mala suerte no se cebase conmigo.
Sin más dilación, me dispuse a solucionar la situación sin sutilezas, y me dirigí a las escaleras dispuesto a forzar el desastre para que mi vida siguiese igual. Una vez allí, no me atreví a mirar hacia abajo, sin embargo, sí repasé mentalmente el número de peldaños que había, e intenté visualizar el “ostión” que me iba a dar. Cuando me imaginé rodando por las escaleras, calculé que de 28 escalones que había, solo tocaría 20, ya que a los otros les pasaría por encima a consecuencia de los botes que daría mi cuerpo. Quise lanzarme para no hacerme mucho, pero con las tonterías, tropecé y caí de mala manera recibiendo el primer golpe en la cabeza. Aparte de quedar inconsciente, para saber cuantos golpes me di hubiese hecho falta un foto finish, porque aquello fue bastante rápido.
Salí del desvanecimiento provocado por tamaño golpe, despertado por un grito sobrehumano, lo que me hizo pensar que ya estaba muerto y en el infierno. El demonio que creía haber oído, era la vecina del entresuelo. La pobre mujer, al verme tumbado, acudió a socorrerme, pero cuando se acerco y vio la sangre que manaba de mi cabeza, se desmayó y me cayó con el culo en la cara. De no haber sido por su nieto, un yonki que vivía con ella, me habría asfixiado victima del peso de mi salvadora. Bueno, del peso y del olor que emanaba de aquel pestilente trasero. El yonki se apresuró a sacar a su abuela de mi cara, con lo cual me saco un gran peso de encima. Pero el cabrón, siguió aligerando el peso robándome la cartera, el reloj, y el móvil, ya que yo no podía mover ni un dedo. En aquel momento pensé que me hubiese merecido la pena estar muerto y en el infierno como había creído al despertar, y las horas que transcurrieron a partir de ese momento, no hicieron más que acrecentar ese deseo de estar fiambre.
El jaleo que se montó no fue pequeño, que digamos. Por fortuna, lo habían oído todos los vecinos y en un plis ya estaban dos camilleros recogiendo mi maltrecho cuerpo para meterme en una ambulancia. Una vez en hospital y tras una exhaustiva revisión, procedieron a emitir el diagnóstico. Para entonces ya había llegado mi mujer y se lo estaban comunicando a ella. “Tiene varios nervios de la espalda dañados y no se podrá mover en bastante tiempo”. Cojonudo, pensé. Era lo que me faltaba. Bueno, dijo ella, ya se que el estado en el que estás no es para darte noticias pero tengo que contarte algo. Para dejar los niños con una vecina había ido a casa y había recogido la carta del buzón. Cuando se disponía a leerla, el monitor que marcaba mi frecuencia cardiaca se disparó cual cohete, al tiempo que comencé a sudar como un cerdo. Varios médicos se arremolinaron sobre mi camilla, y comenzaron a saltar chispas en las planchas con las que te hacen la foto depilación en el pecho pero a base de bien.
Cuando desperté ya estaba en la UVI., y la sensación que tenía era de paz; no te jode, me habían enchufado no se cuantos tubos, amén de los calmantes que me habían inyectado; como para no estar en paz.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
Dentro de unos días colgaré el desenlace, mientras tanto, podéis ir comentando la jugada
También os enseñaré la nueva máquina que me he comprado; la bici anterior se la ha quedado un buen amigo, con lo cual no me ha dado penita dejarla, ya que le tengo mucho cariño y podré seguir viéndola rodar.
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